Como los erizos, ya sabéis,
los hombres un día sintieron su frío.
Y quisieron compartirlo.
Entonces inventaron el amor.
El resultado fue, ya sabéis,
como en los erizos.
Luis Cernuda
Donde habite el olvido
Leo a Anjelamaría y me habla de su dolor, con su dolor y desde su dolor. En gesto de complicidad, me hermana, coloca su dedo índice en la yaguita, comprendo que sigo viva al igual que ella. Y es que a veces no sólo el amor nos aviva, las complicaciones que surgen por éste también nos late repetidamente en las palabras y en los silencios.
Escribo esto a las 1:21 am. Reflexiono sobre la mujer erizo: ella, yo, el poema.
El dilema del erizo está en que cuanto más cercana la relación entre dos seres, más probable será el que se hagan daño el uno al otro. Los erizos tienen púas en su lomo -si se acercan, el hincazo es mutuo.
Ella se dejó doler. Yo me duelo, sólo a veces. El poema nos duele a todos.